¡Qué curioso! -Los
granadinos de toda la vida admiten, sin ninguna clase de problemas, ser
descendientes de los moros, aunque también de los judíos y por supuesto de los
cristianos que se establecieron aquí después de la Toma. Pocos admiten ser
descendientes de los alemanes que acompañaron al emperador Carlos V en los seis
meses que pasó en Granada tras su casamiento con Isabel de Portugal. Los que
tienen el labio befo, la piel blanca y un acusado prognatismo (que los hay entre
nosotros) dicen ser todos hijos del emperador y no he oído que ninguno de ellos
se proclame hijo de algún palafrenero del gran Carlos.
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Volviendo a los primeros,
diremos que son muchos los granadinos que se creen sucesores de aquellos
nazaritas, creadores y dueños de aquélla Granada culta y refinada.
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Te propongo hoy un juego, al
que no me atrevo a llamar charada, que demostraría si tienes o nó algo de herencia nazarita.
Estoy convencido de que no la tienes, y si acaso la tuvieras, estaría ésta tan
diluida por el tiempo y por la contaminación histórica y medioambiental (ya
sabes: la malafornicius granatensis),
que apenas dejaría rastro en tu ADN.
Sólo así podrás demostrarme, sí acaso, que por
tus venas corre, no digo ya sangre árabe, sino al menos espíritu sarraceno,
sagaz y ardiente que caracteriza fundamentalmente a los hijos del desierto.
Pero mucho me temo que no,
que no quede ni rastro en nuestros genes de aquellos que se pasearon por
nuestra tierra, poseedores de aquel genio vivo, receloso y fatalista. Que ya no
queda nada de nada.
-"¡Vamos, hombre: Decídete ya, que no tenemos todo el día...!"
LA
PRUEBA.-
¿Recuerdas el cuento clásico
de Aladino y la lámpara maravillosa? ¿Recuerdas cuándo lo leíste por primera
vez…? ¿Qué sensación te causó…?
Supongamos que has sido tan
afortunado que, en uno de tus paseos por “El
Llano de la Perdiz”, te has topado con la Lámpara y su desesperado Genio.
Supongamos que el Genio está esperando a que le formules tu tercer deseo. Ya le
has pedido –como es natural y según apetencias y necesidades-, salud, amor,
dinero, belleza, poder… ¿Te atreverías a rematar la faena pidiendo un tercer y último deseo con marchamo oriental-nazarita…?
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Esta es la prueba que te
propongo para demostrar sí tú eres heredero de aquellos que se fueron y llevas,
si no la misma sangre, repito, por lo menos algún atisbo de aquel espíritu
oriental.
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Parece una tontería, pero es
en estos inocentes juegos, donde niños moros de ocho o diez años, sin mucha o ninguna formación académica
(aunque sí coránica), me demostraban que, como poco, eran más pillos, más
despiertos, más prácticos que yo, y que en sus genes todavía se conservaban
atisbos de sus antecesores, los de “Las mil y una noches”.
Foto de Jaime Nicolau Escriva
NITO