viernes, 29 de marzo de 2013

LA MUERTE DE “LA MORENA”



¡Qué cosas tiene esta Graná de mis entretelas…!
Era un diciembre pelón, con sus gentes desnutridas quitándose el hambre y el frio a tortazos y sin embargo, la poesía brincando entre las piteras del Sacromonte. Granada, creyéndose ombligo del mundo, asistió a un debate periodístico sobre la dimensión histórica del pobre jumento de don Andrés Manjón”.
En diciembre de 1934 se producía la fatal noticia que pronto corría, de boca en boca, por todas partes: ¡“La Morena” había muerto...! Sí, la burra de don Andrés, el fundador de la institución Avemariana, había fallecido. Granada, nuestra ciudad, singular en tantos aspectos, se conmocionaba y a diferencia de lo que habría sido normal en cualquier parte del mundo, abrió un debate que alcanzó a los medios de comunicación locales, sobre todo si “la Morena” merecía el pedestal de la fama y la celebración de unos funerales por haber sido peana y prolongación de la proclamada santidad del fundador manjoniano.



Lo cierto y verdad es que todo se condujo a la mesura. Como sus otras antecesoras, “la Morena” fue enterrada sin los honores pretendidos por algunos en la cueva del camino de las escuelas donde tuvo su habitual morada. Sin embargo, no faltaron voces que alabaran su animalesca figura o su contribución a la causa del fundador. Incluso las más enfervorizadas por el recuerdo, llegaron a compararla con Babieca, Bucéfalo o Rocinante, siendo su fama disipada, no por falta de méritos, sino por lo inapropiado del nombre, auténtico obstáculo para ser elevada al altar de la gloria equina. ¡Mira que llamarse Morena…!

En estos días tan cercanos a la celebración de la festividad de San Cecilio y de la institución sacromontana, con la que tan ligada está la figura de Manjón y de su caballería, daremos algunas de las más curiosas notas que se dijeron en aquellos días de mediados de de la II República, en una ciudad como Granada, capaz de pedir un funeral para el jumento, nombrarla epígono histórico o elevarla al pedestal de la gloria académica.
Los más sinceros, y libre de toda sospecha, fueron los chiquillos, que la lloraron y la enterraron. Además holgaron, sin escuela, en señal de luto y sentimiento.
Acerca de la burra blanca, hay una divertida anécdota: Un día le preguntaron a Don Andrés por qué iba siempre montado en una burra blanca, a lo que él contesto: -Hijo, para que no digan que por ahí va el burro de Don Andrés.



Sin ánimo de ofender, el burro ha estado muy unido a la ciudad de Granada. La especial orografía de la ciudad lo hacía imprescindible sobre todo en el Albaicín y el Sacromonte; era el animal típico de los habitantes de las cuevas gitanas; y muy frecuente entre los areneros del Genil y aguadores del Avellano. Era, en suma, el utilitario de entonces, incluso el taxi de algunos. Dicen que los componentes de la tertulia La Cuerda Granadina subían a la Alhambra como en procesión a lomos de burros. 



UNA BURRA EN LA UNIVERSIDAD
El burro granadino tiene también su bonita historia unida al Sacromonte. Sabemos que el prestigioso catedrático Don Andrés Manjón conservaba en las caballerizas del Ave María por lo menos cuatro jumentos: Purchila, Paloma, Longaniza y Morena, que es en la que bajaba a Granada. Cuenta él mismo que fue una de estas burras la primera en entrar en la Universidad. Dicho así, daría la impresión de que el obediente animal no sería tan burro o de que para entrar en tan prestigiosa institución no hay que ser muy listo.
Y es que resulta que, en un muy lluvioso día del mes de abril de 1900, era tal la cantidad de agua que caía que el Padre Manjón no quiso dejar su burra en la calle; optó por meterla en el recinto universitario y buscarle mejor cobijo.
Es la primera noticia que tengo de que la Universidad haya servido de protección a un burro. La primera, no la última. Aunque cuando murió la burra Morena por poco le levantan un monumento.



BIBLIOGRAFÍA.-

NOTAS DE LA PRENSA LOCAL DE LA ÉPOCA:
Granada Gráfica (Enero de 1935)
El Defensor de Granada (Enero de 1935)
Zirto, Ideal (Enero de 1935)

NITO

jueves, 14 de marzo de 2013

ANTONIO LÓPEZ SANCHO

Primer Concurso de Cante Jondo de la Alhambra.- Todo aquel que se preciara de ser álguien en Granada, debía "salir" y estar a tiro del lápiz de López Sancho. Son fácilmente reconocibles: Diego Bermúdez "El tío tenazas" (Cantaor); Ramón Montoya (Guitarrista); Pastora Pavón (Niña de los Peines); Andrés Segovia; José Ruiz Almodóvar; Ignacio Zuloaga; Manuel de Falla; Federico García Lorca; Hermenegildo Lanz; Santiago Rusiñol; Fernando de los Ríos; Ramón Carazo... 
.
Fue un dibujante formidable y un artista cuya recia personalidad se prodigó en ricas y variadas manifestaciones. Más, por encima de todo, fue un granadino tan visceral y apasionado que rehuyó considerables mejoras en su vida profesional, con tal de no salir de la ciudad donde había nacido y donde quiso morir.
Se llamaba Antonio López Sancho. Eduardo Molina Fajardo lo definió como maestro del humorismo, “de un humorismo fino, sin concesiones a lo populachero, un humanismo perfecto, creador de sonrisas y no de carcajadas”.

La terraza del Campillo

Había nacido el 13 de noviembre de 1891 y con trece años recién cumplidos entró en las clases de la Escuela Superior de Bellas Artes y Artes Industriales de Granada –antecedente de la de Artes y Oficios-, donde aprendería de notables maestros como Larrocha, Sánchez Sola, Gómez Moreno o Isidro Marín.
Refiriéndose a los primeros dibujos de López Sancho en aquel periodo de aprendizaje, Marino Antequera dice que “de haber seguido por los caminos del arte puro hubiere sido uno de los más grandes dibujantes de todos los tiempos”. Pero López Sancho apostó decididamente por el campo del humor y de la ilustración, como se pudo observar orientando sus primeros pasos a colaborar en las revistas de la época.

Las viejas fiestas gremiales a orillas del Darro

En 1915, el joven artista se sintió lo suficientemente maduro, como para probar fortuna en Madrid, pero a poco se arrepiente de la aventura. Menos mal que, cuando ya estaba dispuesto a emprender el regreso, hambriento y derrotado, en la misma estación, a punto de tomar el tren, tiene un encuentro providencial: Alguien a quien recuerda vagamente y que -esto es lo importante- tiene relación familiar con el poderoso editor de cuentos Saturnino Calleja. “¡Precisamente está buscando un dibujante como tú! ¡Así que rompe ese billete y ven ahora mismo conmigo!”

El "Acuarium", uno de los últimos kioscos de agua en la Carrera del Genil

Así, de repente, López Sancho, se ve convertido en ilustrador de los cuentos y charadas de la célebre Editorial Calleja, lo que le convierte en un artista si no rico, por lo menos con ingresos regulares abundantes. Pero la añoranza de Granada acaba por hacerse irresistible y a ella regresa López Sancho, reduciendo un magnífico porvenir pero a gusto para siempre en la ciudad que amaba con un cariño sobrehumano.
A partir de entonces, desde la revista “Reflejos”, desde los salones del Centro Artístico, desde las Carocas del Corpus, los dibujos de Antonio López Sancho fueron las imágenes risueñas de una Granada amable y despreocupada, desahogada y vivaz.


“Llevaba siempre un lápiz dispuesto –dijo Molina Fajardo, su ya mentado biógrafo-, y más que hablar, con su charla parsimoniosa y sin prisa, dibujaba”.
La Granada que López Sancho amó siempre, una Granada de ferias y romerías, campanarios y tabernas, fuentes y crepúsculos increíbles, fue la que nos dejó este dibujante que acertó a captar con su lápiz el alma popular de la ciudad, con sus personajes y su ambiente. En línea de un Opisso o en un Sancha, nuestro Antonio López Sancho, quien en sus últimos años se dedicó preferentemente a su negocio de tejidos artísticos y alfombras alpujarreñas, fue uno de los artistas más representativos de la Granada de la primera mitad del siglo XX.

Así se veía él mismo

Es imposible tener una visión completa de la ciudad y sus acontecimientos en esa época, sin los dibujos de este formidable y modesto artista, cuya muerte, el 22 de junio de 1959, arrebató a Granada uno de sus intérpretes más cabales y veraces.


Extraido de un artículo de la revista "Calle Elvira (Pregón granadino)"

NITO

viernes, 1 de marzo de 2013

PAPAS CON ASADURA




“El que come asadura y besa a una vieja, no sabe lo que come ni lo que besa”
(Refranero popular)

Precisamente un mes atrás, los pueblos de la Granada serrana competían y rivalizaban en matices y calidad de recetas, gentileza y hospitalidad con el foráneo, presentando a degustación este rotundo plato. Por extensión y simpatía esta costumbre se extiende por la Vega, por el Llano y por la misma capital.

He aquí un botón de muestra:
“La Concejalía de Turismo, Agricultura y Ganadería del Ayuntamiento de Güéjar Sierra en colaboración con una treintena de empresarios locales ha culminado con éxito el decimoctavo aniversario de la tradicional Fiesta de la Asadura que cada año se celebra a principios del mes de febrero y que cuenta con un gran reconocimiento a nivel popular”.



De entre la infinidad de recetas existentes, traemos hoy la de las “Papas con asaura” de Alcázar.
Poetas en el ser y en el sentir son los creadores de un sencillo Blog que hace tiempo descubrí bicheando por la Red. Confieso que de él he libado en más de una ocasión y del que tomo hoy esta receta y el magistral poema que la ilustra.
Me refiero al magnífico Blog ALCÁZAR DE VENUS: “Entre la Nieve y el Mar” que como ellos mismos se definen:
“Al sur de Sierra Nevada, al norte del Mediterráneo y rodeada por los cerros y lomas del Talantar y del Junco, de las Cabañuelas y de Bargís, del pinar de los Gallegos y los de Camacho y del Mermejo, abierta al norte por la rambla de Alcázar y teniendo siempre al frente las nieves de la Sierra, descansa Alcázar de Venus a una altitud de unos 750ms.”

El poema en décimas:
En los tiempos de mi abuela
al hacerse la matanza
se tenía por costumbre
cocinar unas patatas,
patatas con asadura
de la negra y de la blanca
proveniente toda ella
del marrano o la marrana
que se había sacrificado
aquella misma mañana.
-oOo-
Cuando el guiso estaba listo
se reunían en la casa
los familiares y amigos
ante tan rica pitanza;
después del duro trabajo
siempre se cogía con ganas
y solía acompañarse
de vino servido en jarras
para refrescar un poco
a las sufridas gargantas.
-oOo-
Así pasaban el rato
entre bromas y entre chanzas
picando de aquí y de allá
hasta que el cuerpo aguantaba;
incluso solían tomarse
de cafelito una taza
con dulces que habían sobrado
de la Navidad pasada,
quedando tan satisfechos
como el mismo Sancho Panza.
-oOo-


Del Blog AlcazardeVenus

Ingredientes:
(La cantidad de los ingredientes dependerá del número de comensales. En las matanzas eran varios los kilos de patatas y de asadura que se utilizaban. Para una comida en familia o entre amigos, cuatro seis comensales, serán aquellos que el sentido común nos determine. Como regla general no escrita podríamos decir que el doble de asadura negra que blanca y el doble de patatas que de asadura).

(De Elhornodemiabuela)

Fundamentales:
Patatas
Asadura negra y blanca
Cebolla
Aceite de oliva
Para el majado:
Un par de dientes de ajo
Dos pimientos rojos secos
Sal
Pimienta
Un puñado de almendras
Un vaso de vino blanco
Azafrán o colorante

(De Elhornodemiabuela)

Preparación:
Se pelan las patatas y se cortan en trozos que no sean pequeños, se sazonan y se fríen en aceite de oliva. Se sacan del aceite y se reservan.
Se corta la asadura en taquitos irregulares y se lava con abundante agua.
Se pica la cebolla y se rehoga en una sartén con no mucho aceite. Una vez esté la cebolla dorada se le añaden los tacos de asadura, se sazonan y todo se deja freír.
Mientras tanto, en un mortero se ponen los dientes de ajo, los pimientos rojos, previamente hervidos, un poco de sal y pimienta y las almendras, escaldadas y fritas. Se machaca todo hasta conseguir una masa homogénea a la que se le añade el vaso de vino y se mezcla convenientemente.
Cuando la asadura esté frita, se deja en la sartén con un poco de aceite y se le añaden las patatas. Se revuelven un poco y en el centro se hace un hueco en el que volcaremos el contenido del mortero, se va introduciendo, poco a poco, el majado en las patatas y la asadura y se le añade por encima un poco de azafrán o colorante.
Una vez se haya reducido el vino, se retira el guiso del fuego y está listo para llevarse a la mesa donde se suele comer al modo de "cucharada y paso atrás" acompañándose de aceitunas y otros encurtidos, y algún que otro vasito de vino del terreno.

Otros tiempos, la misma fórmula, la misma hospitalidad...

NITO