jueves, 27 de diciembre de 2012

LA CERCADA CRUZ DE LOS MÁRTIRES

 
A causa del cerco a la que se le tiene sometida: Tapias, altas cancelas, fincas particulares, enmarañada vegetación y otros inconvenientes, poco repara el “granadino actual” en una de las cruces monumentales más bellas de la ciudad.
Esta cruz, denominada de los Mártires, es poseedora, sin embargo, de una singular historia “…pues que en su día quiso ser tan alta que se viera iluminada desde el Atlas africano”.
Veamos su historia basándonos en el relato que, de este monumento, nos hace César Girón:

Proyecto para las altas cumbres de Sierra Nevada.

“La entrada del siglo XX supuso una fiebre por la organización de celebraciones religiosas y de toda índole en nuestra ciudad, muchas de las cuales tuvieron o pretendieron tener como escenario las cumbres de Sierra Nevada. En tal sentido el arzobispo de Granada José Moreno Mazón alentó la idea de conmemorar la entrada del nuevo siglo levantando una cruz de grandes proporciones en la cumbre más alta de la península, en el Mulhacén. El proyecto que fue realizado por el arquitecto Juan Montserrat y Pons, contemplaba la construcción de una cruz de más de treinta y tres metros de altura, con un coste de ejecución de más de ochenta y tres mil pesetas de la época y que se podría ver desde Granada”.

Ubicación final en la antigua colina del Abahul: El Hotel Alhambra Palace aún no existía.

Voces airadas se alzaron en la ciudad en contra de su erección en las alturas del Mulhacén. Dicen que por sensibilidad y respeto a la que fuera la tumba de uno de los más importantes reyes musulmanes, Muley Hacen. Dicen que por no mancillar nuestras altas cumbres. Quiero pensar que al final se impondría la cordura y la cruda realidad por el elevado presupuesto y la falta de tecnología. Basta una lectura al Defensor de Granada en su edición del 8 de Diciembre de 1889 para ver la fuerte reacción contra este enclave de la cruz. Es por ello que se pensó en otra cumbre importante, que no podía ser otra que el Veleta, que ofrecía las ventajas de abaratar el coste de la construcción por su mejor accesibilidad y presentar una mejor visión del monumento desde Granada.

En 1910 ambas siluetas se hicieron solidarias.

Al efecto, fue abierta una cuestación popular por las autoridades y el arzobispado granadinos con el fin de sufragar los gastos del proyecto. Sin embargo –siempre se ha dicho, que no es lo mismo predicar que dar trigo-, el alto costo del mismo unido a las dificultades técnicas de la ejecución en tal altura (por no hablar de que aún no existía ni carretera), hicieron abandonar pronto la idea de un proyecto tan costoso en el Veleta, de modo que fue buscado como lugar más idóneo la colina de los Mártires en Granada, alentándose esta ubicación desde El Defensor en numerosos artículos periodísticos publicados entre finales de diciembre de 1889 y el 22 de enero de 1900.
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Cuando sea primavera, ni esto podrá ser observado.

“La monumental Cruz de los Mártires, se levanta sobre un gran basamento que sirve para ganar altura. De barrocas formas, rodeada de alta cancela de hierro y sobre otro poderoso basamento concebido como altar, la Cruz podía verse a gran distancia a pesar de que vio reducida su altura en un tercio del proyecto original. Asimismo, se decidió elevar en este sitio un recuerdo de los cristianos que aquí sufrieron cautiverio y martirio durante el tiempo de de los musulmanes. En este pedestal de la Cruz existen varias inscripciones, de las que solo pueden ser leídas tres desde el paseo de los Mártires, pues la de su lado Sur solo puede leerse desde el interior de uno de los cármenes de la Antequeruela.

Como al buen pagador no le duelen prendas y rectificar es de justicia, tenemos que afirmar que sus actuales dueños nos han dado todo tipo de facilidades para culminar felizmente este artículo.
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A la cruz le falta hoy, el medallón con la efigie de la Virgen en su crucero.

 En las inscripciones de la Cruz puede leerse lo siguiente, situándonos desde el paseo de los Mártires:
Frente.- “JHS. Se erigió esta Cruz monumental como homenaje a Jesucristo nuestro Redentor para conmemorar la entrada del siglo XX por iniciativa del Exmo. Sr. D. José Moreno Mazón arzobispo de Granada a expensas suyas y de varios fieles de Granada y de España en testimonio de su fe Católica”.
Izquierda.- “Inaugurose el 8 de Diciembre de 1903 festividad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Laus Deo Deiparaeque”.
Derecha.- Eligiose este memorable lugar llamado de los Mártires, para la erección del presente monumento, por haber sido martirizados en él por los sarracenos, muchos cristianos”.
Detrás.- "Se bendijo la primera piedra de este monumento por dicho Sr. Arzobispo en 8 de Junio de 1902 con asistencia de las dignas autoridades y gran concurso de pueblo"


 

NITO
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miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA RUINA DE LA CASA DE LA LONA


Ó LA CASA DEL GALLO DE VIENTO


El aspecto tan desolador que todos conocemos de la llamada “Casa de la Lona”, nos lo presentan estas tristes fotografías, que parecen sacadas de una obra de Pier Paolo Pasolini.
Había sido uno de los edificios más característicos de la ciudad, en la plaza de San Miguel el Bajo, en los tiempos de su consentida ruina que acabaría con su lamentable demolición a comienzos de los años 1970.
Esta antigua y notable finca se había levantado sobre un primitivo palacio que los reyes musulmanes ocuparon hasta que hicieron la Alhambra. Podéis imaginaros la riqueza e importancia del edificio. Pero en la más vieja memoria de la ciudad se conservó mucho tiempo el curioso nombre con que fue generalmente conocida aquella residencia real: “La casa del Gallo de Viento”.


¿Os imagináis nombre más bello y tan cargado de resonancias medievales…?
Al parecer, y a modo de veleta, en una de las torrecillas del recinto, había habido un jinete árabe armado para la guerra a lomos de un brioso corcel.
Ibn al Jatib, que conoció el palacio, dijo que “no admitía comparación con ningún otro en tierra de moros ni de infieles”. El mismo observador y testigo directo, se refería a la curiosa veleta con estas palabras: “Es un gallo de cobre con cabeza de caballo, montado por un caballero armado de lanza y adarga. Cuando el viento cambia, cambia también de dirección el caballero”.



Hasta aquí, la simple historia. Que una veleta, con forma de gallo ó jinete en un caballo con cabeza de gallo señalara la dirección del viento, entra dentro de lo lógico, para eso son las veletas. Lo principal no se ha dicho todavía:
“Cuando este autómata con apariencia de fiero jinete cincelado en bronce, se volvía loco girando sobre su eje, emitiendo un grave ulular, Granada temblaba de miedo. Un conjuro (no olvidemos que estamos en Granada) y un misterioso mecanismo de bolas metálicas adosadas hacían que este jinete señalara con su lanza la dirección del enemigo cristiano que acaba de aparecer por cualquier punto cardinal de su horizonte“.
"Torre heptagonal en piedra de Egipto..."

Según cuentan las tradiciones, este mágico talismán, que a modo de veleta centinela, lucía la siguiente inscripción arábiga:
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Calet el Bedici Aben Habuz
Quidat ehahet Lindabuz.
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(Dice el sabio Aben Habuz
Que así se defiende el al-Ándalus).



El Palacio estaba ya bastante transformado cuando los Reyes Católicos conquistaron la ciudad: Poco a poco fueron desapareciendo los últimos rasgos ziríes.
Según una tradición poco contrastada –al decir de Barrios Rozúa- buena parte del edificio se dedicó a fábrica de lonas para las velas de los barcos. Lo que sí es cierto es que en un extremo del solar se construyó en el siglo XVI una casa morisca estructurada en torno a una alberca.
Tras un desgraciado incendio en 1639, se procedió convertirla en una corrala de vecinos en torno a un gran patio rectangular, con un aljibe construido sobre la alberca de la antigua casa morisca.


En el primer tercio del siglo XIX el edificio se convirtió en fábrica de tejidos de cáñamo, llegando a albergar hasta trescientos telares. De ahí derivaría, más que del supuesto anterior, el nombre de la Casa de la Lona.
La fotografía es una cruda denuncia, porque este estado tan degradante de la vieja y noble Casa de la Lona pudo evitarse garantizando al patrimonio ambiental de la ciudad, la supervivencia de una construcción representativa de la arquitectura de una época.
“A pesar de las denuncias de muchos ilusos -nos confiesa Eladio Fernández Nieto- , los primeros años 70 vieron cómo echaron por tierra aquel corral de vecinos, que conservaba aún en sus entrañas muros del siglo XV de metro y medio de anchura y en el que, alguna vez, y en alguna altiva torre heptágonal, giró loca la mágica Veleta del Gallo de Viento.
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NITO
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sábado, 1 de diciembre de 2012

LA VERDAD DE UNAS CUENTAS


Hace ahora cuatro años (miércoles 3 de Diciembre de 2008), narrábamos algo sobre la figura del Gran Capitán y sus famosas cuentas.
Hoy, que su nombre vuelve a sonar gracias a la exitosa serie de TVE, nos gustaría añadir algo poco conocido sobre el recio carácter del Capitán y sus dichosas cuentas.
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Tratamiento literario
El tratamiento literario del hecho se debe a una recomposición que comienza rimada y que habrá de considerarse popular, puesto que más que del original o de otro autor conocido provendría de sucesivos añadidos:
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Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.
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Más de un siglo más tarde, parte de la divulgación del tópico se debe a una obra de teatro homónima, de Lope de Vega.

Libro de cuentas de don Gonzalo con su firma en la página izquierda

Los hechos y su significado
Una interpretación del hecho supone que, tras la muerte de Isabel la Católica en 1504, viendo su viudo Fernando el Católico que la Guerra de Italia estaba siendo enormemente costosa, pidió a Gonzalo Fernández de Córdoba que le presentara cuentas justificadas de tales gastos. Parece ser que los enemigos políticos del Gran Capitán querían aprovechar la muerte de la reina, hasta entonces valedora del militar castellano.
Una narración clásica, que se no se priva de aplaudir el desplante castizo del Gran Capitán, se encuentra en la biografía del Gran Capitán obra de Luis María de Lojendio:
En la tarea de revisión administrativa a que se aplicaba don Fernando llegó su turno al obligado descargo de la gestión económica. El Rey, que vivía en constante forcejeo con la penuria de medios que le ahogaba, concedía a este capítulo una gran importancia. Entre sus contadores figuraba Juan Bautista Spinelli, que había cultivado en el ánimo del Monarca los grandes recelos sobre el despilfarro del Gran Capitán, «así como aquel que sagacísimamente buscaba las cuentas de los gastado y de todo lo recibido, y mostró cómo no había dejado cosa alguna en el fisco, a fin que dando desordenadamente viniese a ganar nombre de liberalísimo» (Paulo Jovio, pg. 540).

El Duque de Nemours vencido

Al decir de la crónica manuscrita, este Spinelli se mostraba ahora arrogante con Gonzalo. Se había crecido, confiando en la protección de don Fernando. Llegó a comportarse en público con notoria falta de respeto. Y en cierta ocasión en que se manifestó así ante don Gonzalo y su acompañamiento, «aunque el Gran Capitán era el hombre más sufrido del mundo y que de mejor voluntad perdonaba las injurias, visto que todos aquellos caballeros habían mirado en ello y a él díjo: Venid acá un momento, Juan Baptista. Solíades vos pasar por delante de mi con tanto desacato. Y antes que respondiese, le tomó por los cabellos y le dio dos bofetadas, de manera que le hinchó la boca de sangre» (Crónica manuscrita pg. 445).
Este pudo ser, muy bien, el estado de ánimo en que Gonzalo de Córdoba fue llamado a rendir cuentas de su administración. De todos es conocida la leyenda famosa. Casi con las mismas palabras consignan el incidente de la crónica general (pg. 224 y 225), la manuscrita (pg. 443) y Paulo Jovio (542 y 543):
«Había Gonzalo Fernández en aquellos días burlado la diligencia y curiosidad de los tesoreros envidiosos, y a él enojados y al Rey poco honrosos, que siendo llamado como a juicio para que diese cuenta de lo gastado en la guerra y del recibo asentado en la tesorería y mostrando ser muy mayor la entrada que no era lo gastado, respondió muy severamente que él traería otra escritura muy más auténtica que ninguna de aquéllas, por lo cual mostraría, clara y patentemente que, había mucho más gastado que recibido y que quería que le pagasen todo el alcance de aquella cuenta como deuda que le debía la Cámara Real.
El día siguiente presentó un librillo y con un título muy arrogante con que puso silencio a los tesoreros y al Rey y todos mucha risa. En el primer capítulo asentó que había gastado en frailes y sacerdotes, religiosos, en pobres y monjas, los cuales continuamente estaban en oración rogando a Nuestro Señor Jesucristo, y a todos los santos y santas que le diesen victoria, doscientos mil y setecientos treinta y seis ducados y nueve reales.
La segunda partida asentó setecientos mil y cuatrocientos y noventa y cuatro ducados a las espías de los cuales había entendido los designios de los enemigos y ganado muchas victorias, y finalmente, la libre posesión de tan gran reino.



Entendida del Rey la argucia mandó poner silencio, porque quien sería aquél si no fue algún ingrato o verdaderamente de baja y vil condición que buscase los deudores y quisiese saber el número de los dineros dados secretamente de un tan excelente capitán» (Crónica general, pgs. 244 y 245).
Esta es una de las anécdotas de que más ha gustado la fantasía española, porque el gesto de Gonzalo, con cuanto tiene de arrogancia y desplante, de fino humor y amarga ironía, encaja plenamente en la psicología de su pueblo. Y como ocurre en España con todos los relatos ingeniosos, la fantasía, cuando se apoderó de él, lo fue completando. Las partidas de esa cuenta famosa se ampliaron. Ya no se trataba tan sólo de esos dos asientos iniciales que consignan las crónicas. Surgieron los diez mil ducados de guantes perfumados, los ciento setenta mil por reponer campanas gastadas a fuerza de repicar victorias, los cien millones por la paciencia en escuchar al Rey que pedía cuentas al que le regaló un Reino...


La anécdota pasaba a ser tema de leyenda. ¿Qué pudo haber de realidad en el gesto inicial? Don Antonio Rodríguez Villa, que con su investigación fecunda y competente tanta luz proyectó sobre la figura del Gran Capitán, ha dejado bien centrado el alcance de este problema:
«Puede a este propósito decirse -escribe en informe dirigido a la Real Academia de la Historia- que si el hecho no fue cierto y oficial, mereció serlo, y lo fue, en nuestra opinión, de una manera oficiosa. Porque, enojado y resentido aquel invicto caudillo de que los codiciosos tesoreros de S. A., acaso incitados por ella, le apremiasen continuamente a dar cuenta de los gastos hechos en la segunda conquista de Nápoles, les presentó o refirió de palabra aquellas irónicas, y graciosas partidas de descargo, que tanto se celebraron entonces y perduran todavía ahora en nuestra memoria».
No hay razones que obliguen a dudar: de la certeza de este incidente en su alcance concreto, tal como lo refieren las crónicas. Gonzalo, por su temperamento, por su noble desinterés y generosidad, no podía admitir una mezquina discusión de cuentas con gentes de la traza de un Spinelli. Se sentía ofendido, no sólo por, el desconsiderado acoso de los tesoreros, sino también por la actitud del Monarca, que, cuando menos, lo toleraba. Desahogó su amargura envolviéndola en ingenio e ironía. Cuando se enteró el Rey Católico de las partidas fantásticas de aquella rendición de cuentas, apreció en su justa medida cuán ruin y ridículo resultaba este forcejeo.

Espada del Gran Capitán

NITO