sábado, 28 de abril de 2012

COLEGIO MAYOR SAN BARTOLOMÉ Y SANTIAGO.

Extraña perspectiva del Colegio


Seguro que hemos pasado cantidad de veces por la calle San Jerónimo y hemos mirado un edificio de color rosa que está cerca de la Iglesia de San Justo y Pastor y a lo sumo hemos mirado la entrada y nada más. Pues bien este edificio es uno de los más hermosos de Granada y tiene una larga historia que hoy vamos a conocer.
El actual colegio mayor es el resultado de la unión de dos colegios, el de Santiago y el de San Bartolomé que se unieron en el siglo XIII.
El de Santiago lo fundó Don Diego de Ribera oriundo de Córdoba y que se trasladó a Granada y llego a ser corregidor y miembro notable de le Real Chancillería. En su testamento de 6 de abril de 1611 dispuso la fundación de un colegio en Salamanca encargándoselo a la Cartuja pero posteriormente modificó el testamento uno días antes de morir sustituyendo a la Cartuja por el Rector del Colegio San Pablo de la Compañía de Jesús que decidió erigirlo en Granada en la misma casa del fundador en la calle San Jerónimo por estar cerca de la Universidad. Se otorgó escritura en el año 1642 con el nombre de Colegio Santiago y se colocó la imagen del Santo sobre el escudo de los Riberas en la puerta principal.


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El colegio de San Bartolomé fue fundado por Don Bartolomé Lomelín Beneroso que vino de Italia a establecerse en Granada dedicándose al comercio de tintes, papeles y mercería logrando alcanzar una sólida posición social y llegó a ser Veinticuatro y Alguacil Mayor del Santo Oficio. Al morir en 1609 dejo por testamento que si se extinguiese su descendencia se destinarían sus bienes a obras piadosas entre ellas un colegio de niñas pobres y otro de estudiantes ambos dirigidos por los jesuitas que finalmente lo unieron con el Colegio de Santiago considerando a Beneroso y a Ribera cofundadores uniendo sus emblemas: El cuchillo, instrumento de tortura de San Bartolomé y abajo, la flor de Lis de los Beneroso, y la cruz roja de Santiago y las barras verdes de los Ribera y ocupando el edificio de los Beneroso por su mayor amplitud y por estar más cerca de la residencia jesuítica. En 1702 se inauguró el colegio siendo el P. Pedro de Aleu su primer rector porque este cargo siempre lo ocupaba un jesuita. Tras la expulsión de la Compañía de Jesús y por Pragmática de 1767, se incorpora al patronato de los Borbones como Colegio Real posteriormente fue Instituto de Segunda enseñanza y en la actualidad es un prestigioso Colegio Mayor Universitario de la Universidad de Granada.

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La fachada principal presenta ventanas con rejas en la planta baja, balcones en la primera y en la superior una galería con ventanas con arco y en la esquina una torrecilla con seis ventanas, tres en cada equina.
La portada, de piedra de Sierra Elvira y los escudos son de mármol blanco de Macael, combinación de materiales que es repetitiva en los monumentos granadinos, es de dos cuerpos de orden dórico con cuatro columnas y arco de medio punto el primero de principios del siglo XVII y el segundo reformado a principios del XVIII.
La hornacina del segundo cuerpo tiene las esculturas de los patrones, frontón partido con el escudo de los Borbones y a ambos lados los escudos de armas de los fundadores.
La fachada en un principio era de ladrillo y posteriormente se decoró con color vivo que presenta en la actualidad.


El patio es uno de los más bellos y diáfanos del renacimiento tardío granadino de planta cuadrada con tres grandes arcadas en cada lado y tres pisos, con columnas toscanas de mármol de Macael y arcos carpaneles en los dos primeros con escudos de los Beneroso en las enjutas; en el tercer piso, de época posterior, las columnas rematan en zapatas y dinteles de madera. Es de destacar el pilarillo tan común en los palacios de este tiempo.
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La amplia escalera tiene tiene una cúpula ciega sobre pechinas en la que vuele a contemplarse los escudos de los Beneroso. Es muy interesante la visión al desembocar en la galería por la fina columna que queda al contraluz. Las principales estancias tienen alfarjes de madera y en el salón de Actos se observa una cúpula con los escudos del colegio y los Borbones. Llama la atención en la balaustrada los grafitis y las pintadas que tradicionalmente han ido haciendo los estudiantes y entra las que podemos ver la firma de Federico García Lorca. El colegio cuenta con una buena colección de cuadros de los benefactores del colegio como los fundadores, Carlos III, cardenal Belluga, Bonel y Orbe, Ríos Rosas, y otros.
El consejo que doy es que merece la pena, cuando pases por la calle San Jerónimo, entres y disfrutes de este magnífico edificio granadino.

Colegiales del C. Mayor de San Bartolomé y Santiago. Año 1931/32


Antonio Montufo Gutiérrez
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sábado, 21 de abril de 2012

CARACOLES POR SAN MARCOS



Agua San Marcos,
rey de los charcos,
para mi triguito que está muy bonito,
para mi cebada que ya está granada,
para mi melón que ya tiene botón,
para mi sandía que ya está florida,
para mi aceituna que ya tiene una.
¡Agua de San Marcos, rey de los charcos!
(Canción infantil)
Era y es costumbre en este día de San Marcos, ir a comer las primeras habas verdes con bacalao seco, pan y vino, ritual que se realizaba en las huertas. Así mismo por estos días la mayoría de los bares de Granada ofrecían generosamente, colocadas a veces en capachos sobre las barras, gran cantidad de habas como acompañamiento de las bebidas. Desgraciadamente esta es otra de las buenas costumbres desaparecidas. Día, también, de los primeros caracoles.
Los caracoles se toman en los meses sin erre; pero a partir de agosto, sin embargo, se vuelven “barracos”.
Nos cuenta Mariano Cruz Romero, en su “Manual de Cocina Albaycinera” que los caracoles “…Se buscaban en las alamedas, acequias y en los setos de boje de los cármenes, después de las lluvias de primavera, cuando surge el sol. Posteriormente los traían de Motril”.
Hoy en día el que quiera caracoles debe saber que son de granja.



“Los caracoles de la Vega se venden en Plaza Larga y son de tres tipos: El chico, que es fino y de mejor sabor que se guisa en cazuela, con tomate o en salsa; el serrano, que es blanco y negro, y va muy bien en cazuela o en salsa, y el gordo, más fuerte de paladar y duro, ideal con salsa de almendras y con arroz”.
Quienes normalmente lo buscaban y los comercializaban eran los gitanos. Por los años cuarenta se vendían con mucha fatiga, calle por calle. La Catita, suegra de La Faraona, los pregonaba: ¡A tres perrillas el cuartillo de caracoles…!
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 Posteriormente, en Plaza Larga y las calles del Agua y Panaderos, se despachaban a “cesta fija”. El lugar más famoso para saborearlos fue Las Chirimías, venta-bar-reservado-jardín (abierto las 24 horas), cerca del Paseo de los Tristes, al otro lado del puente de las Chrimías y la placetilla del mismo nombre. En esta Venta, demolida y cercado su solar hace apenas unos años, había juegos de bolos, lotería de cartones (el bingo de entonces) y conexión directa con el Cuartillo de los tocaores (Barrio de San Matías), para organizar fiestas- juergas. Según posibles se contaba con guitarra, bandurria o laúd (en los años cuarenta, disfrutar de dos instrumentos costaba tres duros a la hora; tres instrumentos, cinco duros).
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Los caracoles, que en Las Chirimías los preparaban con picantillos, los tenían en un cuartico del hueco de la escalera, los alimentaban con alfalfa y “verde” y, según cuenta Maolico Mudéjar, con frecuencia se les escapaban y los chaveas lo recogían en el balate del Darro para revendérselos al Alfiler, uno de los últimos dueños de la taberna.
Los caracoles, después de cogerlos o comprarlos, se tienen 24 horas en un cacharro relleno de harina, para que coman y caguen todo lo verde que tienen dentro. Después es imprescindible darles tres o cuatro manos de sal y vinagre, cada una de las cuales hay que aclarar muy bien con agua. Se pueden cocinar de distintas maneras:
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Cazuela de caracoles: se prepara una “fritá de ajos”, pimiento verde, cebolla y tomate. Se cuecen los caracoles y se les vuelca la fritada y las papas crudas. Luego los pimientos asados.
Con tomate: Se cuecen con un poco de pimientos y ajo y se fríe tomate, al que se le irá añadiendo un poco de caldo de los caracoles cocidos, el que pida la fritura para que le dé gusto. Luego se mezclan los caracoles con la fritura y se tienen al fuego un poco de tiempo.
En salsa: Se ponen en la olla con agua fría y, seguidamente, a fuego lento para aquel caracol saque el cuerpo y, cuando haya salido el bicho, se le da toda la fuerza a la lumbre. La salsa se hace aparte y lleva almendra frita, pimiento de cornicabra, ajo, pan y picantillo, todo ello también frito, huevo duro majado, comino y pimienta en grano, todo machacado en el mortero. Luego se dejan al fuego hasta que quede una salsa más o menos espesa, a gusto. Con los caracoles chicos se hace esta salsa sin huevo, muy clara, para beber en vasos.
La afición a los caracoles siempre ha estado muy arraigada en el Albayzín, por su forma de comercializarlos y por las personas que los preparaban. Hoy se toman en los bares Aliatar (el de los caracoles), Ocaña, el de Antonio Cirre de San Miguel, el Pañero, Albayzín y Parranda.
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“Caracoles con cuernos
son mi comida,
que una caracolera
me dio la vida”.

NITO
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sábado, 14 de abril de 2012

EL DÉFICIT DE LOS DOCE DUROS

EL TRANVÍA DE LA SIERRA.-  (II PARTE)

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Aunque el impulsor del proyecto fue Julio Quesada Cañaveral y Piédrola, duque de San Pedro de Galatino, conde de Benalúa y de las Villas y señor de Láchar, un hombre adelantado a su tiempo, polifacético en sus actividades y siempre inmerso en proyectos empresariales que buscaron el despegue económico de la provincia granadina, conviene recordar, y es de justicia, a unos hombres que creyeron en él: Miguel Rodríguez Acosta y González de la Cámara, Pascual Bandrés Navarro, Luis López Zayas y Manuel Conde Alcalá y otros 157 socios, que establecieron la Sociedad Anónima del Tranvía-Ferrocarril de Granada a Sierra Nevada, dotada de sus correspondientes estatutos el 4 de noviembre de 1919.


Pasemos por alto todas las dificultades y vicisitudes de toda índole por las que pasó nuestro Ferrocarril-Tranvía desde el mismo instante de su concepción. No es objetivo para este Blog por lo prolijo y complicado de tan magna empresa. Añádase a esto el permanente enfrentamiento de Duque con el Gobierno del General Primo de Rivera...
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El “Tranvía de la Sierra” –y a nadie se le escapa-, nunca fue un buen negocio:
“Con un servicio diario de seis viajes de ida y vuelta, al precio de 2´50 pesetas el billete del trayecto más largo, el de Granada a la Sierra, resultaba difícil atender los gastos de sostenimiento de la empresa. Una empresa, por otra parte, constituida con bastantes dificultades y problemas desde el primer momento y, por sí todo esto fuera poco, afectada por el progresivo incremento de los precios de todo tipo de material experimentado en los años 1920. El tranvía tuvo un presupuesto inicial de cuatro millones y medio de pesetas. Pero jamás el duque de San Pedro de Galatino, promotor entusiasta de la idea, puso en duda la necesidad de afrontar tan cuantioso riesgo económico. Porque, como muy bien dijo Antonio Corral López en su excelente biografía del personaje: “El tranvía no fue más que el regalo que hizo a Granada para que pudiese contemplar la Sierra, hasta entonces el virgen para los granadinos”.

Fin: Entrada en cocheras tras rendir el último sevicio

A fines de 1930 las ya excesivas dificultades surgidas a la empresa explotadora de la línea, obligaron a suspender los servicios temporalmente. Se produjo inquietud entre los granadinos. Hasta el extremo de que la prensa nacional tomara cartas en el asunto, sumándose a las Corporaciones y entidades de Granada que solicitaban -con rara y desusada unanimidad- la incautación del tranvía por el Estado. Al fin, ésta se produjo, ya con la República, el 31 de junio de 1931. Se cerraba un capítulo de la historia de este tranvía- ferrocarril Granada-Sierra Nevada que, con su trayecto de 17.350 metros por paisajes de increíble belleza y la altura de más de mil metros sobre el nivel del mar que alcanzaba al final de su recorrido, a la vista de la morisca Güejar-Sierra, era un aliciente incomparable para el disfrute pleno de la ciudad y su más bello y silvestre contorno.
Cándido G. Ortiz de Villajos, en una crónica publicada en la revista “Nuevo Mundo”, refería que “tres coches de viajeros, seis remolques, un tractor, ocho vagones de mercancías y seis bateas especiales para el transporte del mármol, es todo el material móvil con que contaba la S.A. tranvías Granada-Sierra Nevada en el momento de la incautación”.


Junto a esto, una plantilla de oficinas y talleres de 43 trabajadores, cuyas recientes reclamaciones salariales, con huelgas frecuentes, habían acelerado el descalabro económico de la nada floreciente compañía. La nómina de todo aquel personal ascendía a 266 pesetas diarias y un gasto adicional de 94 pesetas más por jornada. “Como quiera –decía el cronista-, que los ingresos actuales se aproximaban a las 300 pesetas solamente, la mayor parte de los días se produce un déficit de de 60 pesetas”.

 Haciendo hora: 1972

Fueron doce duros diarios, de 1931, los que estuvieron a punto de acabar con la hermosa aventura del tranvía de Sierra Nevada. Pero la vida siguió su curso y el inefable tranvía, ya propiedad del Estado, también, en su continuo salvar de puentes, cruzando túneles, bordeando simas peligrosas y atravesando ruidosas y espumantes torrenteras. La Cueva del Diablo, el Tajo de las Palomas, el Púlpito de Canales, la Cueva del Agua, el Túnel de la Alcuza… ¡Qué verdad es que el que conoció y disfrutó de aquel tranvía no lo olvidará jamás…! Se le dejó perder, tristemente, hace casi cuarenta años, privando para siempre a la ciudad de poder ofrecer a sus visitantes un aliciente más de fuerte sabor emocional”.

 

NITO

  BIBLIOGRAFÍA.-
“Pasar por Güejar” de Manuel Titos Martínez
“Laberinto de Imágenes” de Juan Bustos Rodríguez
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domingo, 8 de abril de 2012

EL TRANVÍA DE LA SIERRA

 Chamonix- Mont Blanc
El tranvía de Sierra Nevada fue un formidable procedimiento romántico de penetración en la Sierra y en sus vagones llevaron y trajeron sus ilusiones los montañeros granadinos durante casi cincuenta años. Pero eso, ya digo, no dejó de ser un sueño montañero.
Todavía hoy nos seguimos preguntando, una y mil veces, cómo lo dejamos perder. Cualquier país, cualquier provincia, hubiera luchado lo indecible por conservarlo.
Viajando en un tren “Bala de Plata” alpino en Chamonix-Mont Blanc (que a veces se ayudaba de cremallera) y que te deja en el Nid d´Aigle, a 2.372 metros. de altura, bello, rápido, calefactado, con compartimentos para esquíes, pero sosísimo en su trayecto, siempre parapetado en su trinchera, sin la vertiginosa audacia en el trazado del “nuestro” y –por supuesto-, sin su romántica silueta, me dio por recordar con tristeza el bellísimo relato del cronista granadino Juan Bustos sobre el “Tranvía de la Sierra” y que traigo aquí ahora.

El increible trazado del tranvía que se tragó el pantano

“Todavía son muchos los granadinos que recuerdan, con dulce nostalgia, la aventura bulliciosa y alegre de un paseo en el inolvidable tranvía de Sierra Nevada, cuyo itinerario pintoresco en grado sumo discurría por parajes de extraña belleza. Con estaciones en Lancha de Cenes, Cenes, El Blanqueo, Pinos Genil, Canales y Güéjar Sierra, aquel tranvía- ferrocarril parecía buscar los paisajes de mayor hermosura y emoción para deleite de sus viajeros, en buena parte lugareños de los pueblos mencionados, pero también turistas deseosos de vistas naturales encantadoras y, por supuesto, animadas excursiones juveniles los domingos y festivos.

Aunque sea generalmente sabido, no está de más recordar que la atrevida idea de este medio de locomoción, circulando en el silencio majestuoso de la sierra, cruzando simas y barrancos por rieles extendidos sobre estrecheces inverosímiles al filo de fondos precipicios, fue del duque de San Pedro de Galatino y conde de Benalúa, o, si se quiere, don Julio Quesada Cañaveral, cuyo nombre estará unido para siempre al recuerdo de una serie de iniciativas de ambicioso empeño e irregular fortuna.
El tranvía de Sierra Nevada fue, posiblemente, su más querido proyecto, y su bendición y puesta en servicio, el 21 de febrero de 1925, uno de los días más felices de la vida de dinámico aristócrata granadino.


El itinerario de aquel tranvía, quizás el más accidentado que un vehículo de esta índole haya recorrido jamás, discurría primeramente por una parte de la vega, hasta que en Pinos Genil empezaba a ascender, cruzaba túneles abiertos en la roca, corría audaz por el borde de abruptas laderas y salva puentes bajo los cuales espumaban, turbulentas, las aguas de los manantiales de la montaña. De lo difícil del terreno daba idea que en un trayecto de nueve kilómetros (de Pinos a Maitena), salvaba el tranvía hasta 14 túneles y más de una veintena de puentes.


J. Moreno Casado registraba admirativamente el hecho en una crónica que, sobre el tranvía de Sierra Nevada, publicó en ABC, porque la noticia del atrevido proyecto, convertido en realidad, tuvo resonancias nacionales cierto tiempo.
Se habló mucho de que, quizá, el trazado de la línea pudo hacerse por parajes menos accidentados, lo que hubiese facilitado los trabajos e incluso reducido los presupuestos. “Pero en cuanto a pintoresco y emocionante –decía el mismo cronista- no cabe exigir más a un ferrocarril de montaña, insospechado, por otra parte, en el mediodía de nuestra patria, que ofrece, sin embargo en Sierra Nevada, una zona de insuperables condiciones y que esta extraordinaria al turismo y al deporte de la nieve”.


Estacion de Pinos Genil

El duque de San Pedro de Galatino lo había entendido bien y su tranvía siguió el trayecto de topografía complicada, porque era el que permitía disfrutar con la vista de más bellos parajes. En el monumento levantado al aristócrata en los jardines del Genil, en 1923 a iniciativa del Centro Artístico, luce un lema elocuente y cierto: “Fue mi anhelo abrir el camino a la sierra y ofrecer a Granada sus emociones y tesoros”.
La carretera de Sierra Nevada, en cuya iniciativa tan resueltamente colaboró; la construcción del primer hotel en la montaña, con clara visión de futuro; y, por supuesto, el popular y entrañable tranvía al que dedicamos estos comentarios, fueron algunas de las acciones del duque de San Pedro de Galatino a favor de la difusión y lo que ahora llamaríamos “lanzamiento” de nuestra sierra”.

Acercándose al mítico "Púlpito de Canales"

NITO
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