lunes, 17 de octubre de 2011

CHOTO AL AJILLO: PLATO PAGANO

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Siendo antaño el Albaicín un barrio que gozó de  merecida fama cabrera, resulta curioso que el choto, el  cabrito lechal, no fuera  propio de los guisos festivos-religiosos de la localidad. Como curioso y anecdótico resulta  el relato que nos hace  Mariano Cruz en su “Ritual de la Cocina Albaycinera” y que recoge estos fragmentos de nuestra historia aún cercana:
“ El santoral no promocionó este manjar, ni siquiera la tradición islámica. Es un plato raramente casero en el Barrio, aunque sí era “comida de trabajo”. La calle Larga de San Cristóbal fue sede del gremio de cabreros y de éstos surgieron las familias principales del Barrio (Antonio el Becerro, el Zota, Miguel Peña, Antonio el Candiles, los Picheles, el Puri, el Cojo Copas, los Carlos, el Cara Sucia, Torcuato, el Loro, el Colorao, los Vinagres, el Feo, la Niña del Cojo Copas, los Libares, Frasquito el Chede, el Cirilo, el Forasterico de Beas, etc.).

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El choto  se criaba en el Barrio y su consumo, entre los albaicineros, debía reunir condiciones muy especiales. Grupos de amigos, con frecuencia, decidían guisar , un choto, bien como final o principio de una fiesta, bien como comida de trabajo, por remate de una obra, por haber cerrado un trato, o como signo exterior del poder, o porque a uno se le calentaba la boca en el Cafetín de Plaza Larga.
Luego, bastaba comprar, por allí cerca, un buen choto de mes y medio que estuviera hecho (de quince días sólo es agua) y que no hubiera comido hierba, solo “mamao”.

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Como el macho se echaba para abril o mayo (cinco meses de gestación) en octubre o noviembre el choto estaba a punto. Aparte el consumo por las gentes del Barrio, se vendía en el peladero de la Pescadería y en los “cuartos de gallina” (puestos de “toda la vida” donde se vendía la caza (volatería), las gallinas, los conejos y el choto troceado). Los lugares usuales para el guiso y la adquisición de la arroba de vino, fueron el ventorrillo del Tío Miguel y la Venta de la Pastora. Hoy, con los coches, se encuentra uno los “grupos de trabajo” en la Fuente de la Teja, Prado Negro y el nacimiento del río de Beas. También se come de encargo en la Mosca del Puente de Mariano o en la Granja (nueva venta), junto al cruce de la carretera de Murcia con la calle Pagés. A La Granja, los jóvenes del Barrio la llaman La Malvinas porque estiman que doscientos metros es mucha distancia.
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La tradición sitúa el mejor guisado de choto en la Venta de la Pastora, donde las Peñuelas, en el camino viejo del Fargue. Aún se conserva el edificio, con su fachada de posada antigua, descanso que fue en de los traficantes del Levante cuando encontraban cerrada la puerta de Fajalauza. Su situación y vistas eran privilegiadas. El dueño tenía, a la entrada, haces de leña para animar la gran chimenea, a tres perillas el brazao. En su última etapa, a comienzos del siglo XIX, la Posada de las Peñuelas se convirtió en Venta de la Pastora, se mantuvo así hasta que, al disminuir el tránsito por la apertura de la carretera de Murcia y después de un robo en la venta, la Pastora se marchó y el edificio se transformó en casa de vecinos.
El choto en ajillo del que hablamos, que normalmente los hombres “se lo guisan y se lo comen”, requiere las siguientes operaciones que refiero textualmente, tal como me lo contó El Carlos, cabrero; trabajador, sin vicios, que únicamente se desahogaba en la Romería de Moclín voceando cuando lo del santo eso de ¡cabrón!:  -“Al choto, primeramente, se le ennuca con una navaja chotera, por debajo del cuello. Sin bregar da toda la sangre, que se recoge en un plato con una mijilla de sal. La sangre se fríe y ya tenemos la primera tapa. Luego se cuelga el animal de una pata, se le abre, y se le quitan los despojos (el cuajo se aparta para hacer queso); la asadura y el corazón se dejan en su sitio. Es aconsejable matarlo por la noche y que oree con la piel, porque si se mata y se desuella en el mismo instante la flor de la carne se va con la piel. Luego se desprende del bicho la asadura y el corazón y se trocean con las carne”.
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Comienza el guiso.
Hay que preparar la salsa de ajillo cabrero: se majan pimientos cornicabra que sean de Cogollos Vega (después de abrirlos y quitarles las semillas), algunos ajos crudos y otros fritos muy bien machacados, almendras fritas (que estén tostaillas), asadura negra y sangre, también fritas y majadas, miga de pan borracha en vino, una miaja de orégano (que sea de Capileira) y vino. Todo bien batido. La carne, con mucho aceite, y un poco de vino se pone al fuego y cuando esté “mareá”, antes que empiece a crujir, se le echan los piñones; después más vino y, cuando cruje, se le añade la salsa de ajillo cabrero y se deja hervir un tanto con la carne para que tome gusto y espese.
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Siempre hay algún delicao al que hay que conformar.

NITO
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5 comentarios:

Antonio Montufo Gtuiérrez dijo...

Si señor muy buen artículo,que nada más que leerlo te estan llegando los olores, los sonidos de los ingredientes haciéndose en la sartén y te imaginas el ambiente que rodearía la preparacíón del choto y el cachondeo con la comida. Me encanta los términos tan "albaycineros" que utilizas y de esta manera el choto debe estar delicioso.
Antonio Montufo Gutiérrez

Manuel Alejandro dijo...

Un magnífico artículo y muy bien documentado, como dice Antonio Montufo te atrae por el olor.

Manuel Espadafor dijo...

Por favor, que algunos queremos adelgazar y con esos platos irresistibles "La Murga" no nos deja.

Nito dijo...

Manuel Alejandro: Gracias por contactar nuevamente con La Murga.

A ver si llega la ocasión de insertar en la misma una de tus luminosas y espléndidas acuarelas de tipo granadino.
Celebro que a todos se os hayan removido las pailas gustativas co el choto: Señal de que era un buen plato.
Gracias

Anónimo dijo...

Yo debo ser uno de los que llamas "delicado" pues me gusta el choto con muchas papas, qué le vamos a hacer; reconozco sin embargo, que la fórmula del guisote que nos presentas, es la esencia misma del cocinar albaicinero. Qué duda cabe que la fórmula no se acaba aquí (Alpujarra, Costa. etc.), pero... ¡Vamos!
Creo, -por polemizar- que se te olvidó recomendar un buen vino: Siento una curiosidad inmensa por saber si eres de mi cuerda a nó.

ERMITAÑO BEBEDOR.
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