sábado, 27 de noviembre de 2010

EL ENIGMA DE LOS 4 REYES


De entre los cuatro, el de Bastos es el más nazarita de todos

PRESENTACIÓN Y DESARROLLO DEL ENIGMA

Os propongo una Charada o Enigma, que ni en el mismísimo Califato de Jun se atreverían a resolver: ¿ Por qué decimos que, en la apariencia, el Rey de Bastos (sólo en los naipes de Heraclio Fournier), es el único rey nazarita de los cuatro reyes de la baraja española...?


Primera pista

busto
No importa donde mires,

siempre que, embobado,

del Rey de la Heraclio se trate:

Pues muy cerca del enigma

estarás con este gran barbado.

Hasta aquí, y con las pistas mostradas, sólo dos sesudos murgueros acertaron la cuestión. Y no vale como contestación lo que dijera un tercero, parroquiano muy guasón, cuyo nombre no diré para que Belcebú no confunda, pero que el de Bastos al saberlo, montó en justa cólera real:

No me importa y se me da una figa

lo que dijere el murguero felón:

“Levantemos, amigos, al Rey la saya

que como debajo no lleva calzón,

si es circunciso al punto veremos,

y en esto notaremos si el de Bastos,

el barbado, es moro nazarita o nó.”

co-10Yo, nada pinto en esta charada

Segunda pista

Señores, no sigan buscando en libros profundos, que nada tiene de fundamentación ni científica ni histórica lo propuesto. Que es un aserto hipotético y tontorrón de Nito quien nos dice que, sólo en la apariencia, "El de Bastos es el más nazarí de los cuatro."

Y, ahora, cuando ya van acertados cinco valientes y otros tantos se quedaron a tan sólo "un negro de uña" de la respuesta correcta, se nos añade que:

El de Bastos no cuenta, pues es de ficción.

El Rey Chiquito de Granada aquí se la dejó.

Mío Cid, sin ser moro, también una igual portó

y San Marcelo, con ser santo, tiene la mejor.

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Queremos decir con lo aportado, y ésta sería la última pista, que no es menester ser moro para cumplir con la condición, y que muchos y muy buenos cristianos, sólo en la apariencia de sus vestiduras y atalajes, puedan parecer nazaritas, y además, reyes de veneración.

Con esto, señoras/es, la charada es hecha

y... ¡por mi fé!, no cabe dar más explicación:

Pues, sin dudar, en las espadas está la clave

y demos , si os acomoda, fin a esta cuestión.

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gama_estandar

Aunque en esta historia muchos naipes se han barajado, sólo el de Heraclio Fournier de 1868 ha valido. Y deciros que aún estáis a tiempo, pues la respuesta no está confirmada, de dar vuestra solución, o bien por correo o bien como Comentario a este blog.

El fin de este enigma se sabrá la semana que viene, puesto que muchos así me lo habéis pedido, en la próxima entrada de esta Murga. Me queda tan sólo el excusarme ante sesudos historiadores que se tomaron estos problemas muy en serio, quebrándoles yo la opinión y la valía de sus sabios argumentos sin sospechar, ni por asomo, que esto era y por diversión, pedorreta murguera.

NITO

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SOLUCIÓN A LA CHARADA

El rey de Bastos, a diferencia de los otros tres, ciñe una espada  jineta. Esto es notable por la forma de su arriaz ó guardamano, caídos y paralelos a su hoja.

El  nombre le viene por ser introducida en la España musulmana por los jinetes Benimerines o “Zenetes”, aunque nada tiene que ver con la forma de monta a “a la jineta” que introdujeron estos.

Acertantes: Seis y todos murgueros; aproximaciones hasta quemarse, otros seis; y dos historiadores muy quemaos conmigo.

-oOo-

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jueves, 18 de noviembre de 2010

MACHACANDO ACEITUNAS

ORZA El premio bien vale la pena
1
Tras el devaneo de sesos, salió este apunte

Qué le vamos a hacer: Por estas latitudes nos gusta tanto el fruto del olivo, que no esperamos a que se convierta en aceite… Sencillamente: Hemos aprendido a comer la aceituna de verdeo, cuando todavía amarga.

En toda España, pero principalmente en Andalucía, se aliñan olivas y en casi todas las casas existe un mazo de madera, martillo o piedra para machacarlas, aunque algunos las prefieran rajadas. Todo el que haya practicado el rito sabrá de esta tediosa tarea y cómo se pone alrededor todo perdido –incluido el delantal-

Pues bien, os propongo la confección de una maquinilla artesanal, muy popular en los mercadillos de los pueblos aceituneros, hecha de cuatro restos de tablas. Es de doble función: Raja o machaca, según apetencia del consumidor.

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El ingenio “machacador-rajador” construido

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Construcción

Básicamente es una palanca de 2º género. La pieza principal es una bandeja o base de 42 X 12 cm. en el que se le practican dos orificios de distinto diámetro (según calibre de las aceitunas de la zona), provistos de cuchillas de hojalata fuerte que van rajando las aceitunas conforme las vamos pasando por ellos; en un extremo de la tabla lleva una escotadura donde se le adosa clavando, un pequeño cajón, portador de una palanca o mazo oscilante mediante un eje, para machacar el fruto. Colocamos el artefacto encima de un cubo y… a llenarlo.

Capítulo aparte será el aliño: Me he encontrado aliños con romero y hierbabuena, con naranja amarga y ajos asados, con cebolla, al gusto castellano con romero y pimentón, con orégano, al hinojo… Pero yo prefiero, por encima de todos, aliñarlas al estilo Jaén.

aceituna

NITO

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jueves, 11 de noviembre de 2010

LA CHANFAINA MURGUERA

La Chanfaina
La última novela histórica “La chanfaina” de nuestro querido amigo el Dr. Gastón Morata , y al margen de su buen trazado argumento en la Granada Napoleónica, me obligó a investigar sobre varias cuestiones: Conocer el sabroso y humilde plato (de recurso culinario desesperado), tan popular en toda España. Luego tratar de localizar y fotografiar en la Catedral al tan traído y llevado cuadro del mismo nombre. Por último, y como suele suceder cuando buceas en internet, vine a topar con una bonita leyenda granadina que desconocía.
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Monumento a Alonso Cano en la Plaza Arzobispal
Antecedentes

La chanfaina es un guisado hecho de bofes o de morcilla. Y el cuadro de la Chanfaina es ‘La Trinidad’ de Alonso Cano. Así se conoce a la obra del artista granadino, desde que éste la donara a un fraile del convento de San Diego a cambio de un plato de chanfaina aderezada por los monjes... Pero la historia, narrada por José Giménez Serrano en 1857 y recogida por Francisco de P. Villareal en ‘El libro de las tradiciones de Granada’ (Ediciones Albaida –Granada, 1990–. Edición facsímil del libro publicado en 1888), tiene su moraleja y su revelación, pues Alonso Cano cedió ‘La Trinidad’ en un exceso de orgullo, toda vez que quien en realidad iba a comprar el cuadro –que no era otro que el padre guardián de La Cartuja de Granada–, se permitió la licencia de regatear el precio que el artista había establecido –dos mil pesos para el autor y cuatrocientos para el aprendiz–, dudando así no sólo de la calidad de la pintura, sino de la dignidad del pintor.

chanfaina murguera

 La leyenda granadina

Allá por el mes de marzo de 1660 caminaban una mañana, un clérigo y un rapazuelo jadeante por el peso de un colosal cuadro, por el carril que conduce al monasterio de la Cartuja granadina.

Este personaje, alto, enjuto, de rostro aguileño y fiera mirada, con un ropaje cuyo color mediaba entre color aceituna de agua y ala de moscarda; parecía un soldado en el porte, elegante andar y una hechura de hombre de actos heroicos. Este conjunto tan extraño, se comprenderá en el momento que se diga el nombre del clérigo, no es otro que Alonso Cano, pintor y escultor famoso dentro y fuera de nuestra patria.

Alonso animaba al rapazuelo que aligerara el paso para llegar al monasterio antes de que el P. Gerónimo probara bocado, porque se ponía intratable al llegar a los postres.

Apretando el paso, llegaron amo y mozo a la portería, donde fueron recibidos por un barbudo donado. Atravesaron el atrio poblado de cipreses y madreselvas, dejando a un lado la iglesia inacabada, penetraron en el claustrillo gótico labrado por los primitivos fundadores. Un monje con rostro demacrado por la abstinencia y el ascetismo más severos, los recibió. Y cogiéndole la mano Alonso, díjole con acento conmovido:

-Bien purgáis, capitán vuestras locuras.

-Morir tenemos -contestó herido por el recuerdo de sus pasadas aventuras.

-Si y encomendadme a Dios que gratas le serán las oraciones de tan arrepentido corazón.

Abrióse la puerta de la celda del P. Gerónimo. Marchose el arrepentido capitán. Alonso Cano penetró en la habitación, y colocó el cuadro a buena luz, descorrió el lienzo que lo cubría, y sin más preámbulos, dijo al reverendo:

-Veamos qué le parece a vuesa merced.

El P: Gerónimo, administraba los bienes de la comunidad y tenía derecho a salir a la ciudad, y a hablar con todos, por el trato o por otras razones, había engordado de tal forma, que más parecía flamenco bebedor que ascético eremita.

-Bien señor racionero, dejadme poner las anteojeras – dijo el padre. Y sacó de una caja de plata, y de ella unos anteojos dorados, que más parecían cedazos de tahona. Se los colocó sobre las abultadas narices y soltando un gruñido, se puso a contemplar el cuadro.

La pintura representaba el misterio de la Trinidad. Nuestro cartujo, miró y remiró el cuadro, y refunfuñando se dirigió a Alonso:

- Bien, phs, bien. Algunos fallos tiene, por ejemplo el Espíritu Santo lo hubiera pintado mayor.

- Si a vuesa merced le gustan grandes las palomas, y sobre todo para la mesa –dijo Cano con aire sarcástico

- Oh, si las aves todas deben ser cebadas.

- ¿Os acomoda? Porque jamás retoco mis obras. – repuso el pintor.

- No se irrite vuesa merced. ¿Y cuanto vale su cuadro?

- Dos mil pesos, y diez ducados que daréis de propina a mi aprendiz.

- Dos mil pesos ¡Voto va…! – y se mordió los labios – y con diez ducados de coleta; pues no cuesta tanto mantener un mes a la comunidad incluidos los jueves que viene el Arzobispo.

- Dígoos, P. Gerónimo – contestó colérico el bilioso pintor - que soy el mayor de los mentecatos cuando sufro que taséis mis obras como si fueran jamones alpujarreños. Juro que si no estuvierais ordenado, pagaríais cara tal demasía. Encubre, Juan, la pintura y vamos a casa, que no es digno de ella, quien tan mal comprende.

- Sosiéguese el señor racionero, que le daré hasta mil y quinientos pesos, y un ducado para el porteador con tal que no se vaya usarced descontento: pues algo ha de quedar para el pintor del convento, más que os pese, le dará un toquecito rojo a esas nubes.

Al oír tal sacrilegio artístico, se revolvió Alonso Cano como un león hacia el cartujo, más contúvose y contentose con una tremenda mirada hacía aquella mole de carne, que se embebió en el sillón, con la misma nitidez que si hubiese sentido venir sobre su pecho dos furiosas puñaladas.

La dulzura con que le habló el fraile guardián que allí casual se hallaba, calmó los ánimos, y repúsole con cariño:

- Perdonad, reverendísimo; pero hay cosas que más debieran ser asunto de espadas que de lengua – y le dio la espalda al otro monje con ánimo de marchar.

- Dejadme que acabe de contemplarle; no todos pensamos como el P. Gerónimo: cada nubecilla, cada figura, cada pincelada es un tesoro de bellezas – dijo el fraile modesto de san Diego.

Alonso Cano observó el cuadro con complacencia ante el punto de vista tan acertado del guardián.

- Oh, sí – exclamaba entusiasmado el fraile en cada figura o detalle imaginario, analizando exageradamente la nota y poniendo todo el énfasis que podía hablando del cuadro. ¡Quisiera ser rico como un emperador romano para vaciar mis tesoros en vuestras arcas! El pintor estaba extasiado y enaltecido de escuchar al fraile alabar su labor pictórica. Reflexionando , dijo con jocosa solemnidad:

- También podéis darme, padre reverendísimo, algo que aprecio más que el dinero, y seréis dueño del cuadro para el altar de S Diego.

-Decidme, economía no tenemos los que vivimos de pública caridad, y compartimos el pan con los mendigos; dijo humildemente el fraile.

- ¿Pero al menos, no podríais darme un plato de chanfainas para comer hoy?

- Si señor racionero, que no es viernes, y para todo el convento se guisa.

- Pues tomad el cuadro, vuestro es, y acompañadme a la mesa que allí cobraré el precio del cuadro.

El P. Gerónimo turbado por los elogios del fraile se le despertó la codicia y le ofreció a Cano los dos mil pesos, a lo que Alonso contestó:

-Guardarlos enhorabuena para engordar a la comunidad, si es tan poco ascética como vuestra paternidad, y calló… Vamos padre guardián. Y tú Juan, hijo, vete a casa y vende este dibujo para el gasto de hoy, que yo comeré con los frailes de San Diego. Cogió una pluma y trazó la más picante caricatura que pueda verse del buen P.Gerónimo.

Quince días después el famosísimo cuadro de la Trinidad estaba colgado en el altar mayor de la capilla de la Cartuja.

De boca en boca corría la historia de la generosidad del racionero Alonso Cano. Desde entonces el cuadro se llama de la chanfaina.


Antonio_Cano 1943Curiosidad: Antonio Cano esculpe a Alonso Cano. 1943


NITO

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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Casa nazarí de la calle Real de la Alhambra.




Como ya dijimos el mes pasado, colocamos este espacio que el Patronato de la Alhambra y el Generalife abre a las visitas todos los martes, miércoles, jueves y domingos del mes de Noviembre. Se pueden visitar con el billete general o bien con el billete de jardines que vale 6 euros y se puede acceder a la Alcazaba, al Partal, al Generalife y en algunos casos al espacio del mes.
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La casa Nazarí está ubicada en la calle Real de la Alhambra. La Alhambra tenía cuatro calles: La calle Perimetral o de Guardia, que circunda toda la fortaleza y que tenía la anchura suficiente para que dos jinetes pudieran cruzarse con facilidad y su misión era la de mantener la vigilancia y seguridad de la Alhambra, la calle que discurre en el foso que hay entre las dos murallas de la parte norte y que lleva desde la Puerta de las Armas a la salida del la Alcazaba, hoy patio del Aljibe, la calle Real Alta que se inicia en la Puerta del Vino y termina en el Secano, pasando por los palacios de los Abencerrajes y el de Muhammad III, hoy Parador Nacional de Turismo y en la que se encuentra la Casa Nazarí y por último estaba la calle Real Baja que se destruyó cuando se levantó el Palacio de Carlos V y que actualmente se puede ver, parte de la calle, entre dicho palacio y los jardines del Partal.
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La casa Nazarí esta fechada a finales del siglo XIII y principios del XIV como parecen indicar los motivos decorativos de los muros y del intradós de los arcos, es por lo tanto de lo más antiguo de la Alhambra.
Se organiza, como en todos los palacios y casas nobles musulmanas, alrededor de un patio rectangular, con crujías de habitaciones en los cuatro lados, y una alberca central que permitía por un lado refrescar los cálidos veranos granadinos y mejorar la iluminación de las salas inmediatas, y por otro, actuar como espejo reflejando en sus aguas la rica decoración de atauriques y azulejos de los pórticos.
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En la esquina del noroeste hay adosado un baño, obra posterior, que sirve de entrada para ambos edificios, aunque lo más seguro es que en sus momentos la casa tuviera su propio acceso y entrada original por la citada calle Real.
El baño se denominaba en Granada en el siglo XIX y XX como el "Polinario" por tener aquí su taberna el padre de Ángel Barrios –compositor y guitarrista granadino- y que tenía una burra, para el acarreo de los vinos, que se llamaba la "Polinaria". En la época medieval este baño era el de la Mezquita Aljama de la Alhambra, construida por Muhhammad III. Se puede también visitar al mismo tiempo que la Casa Nazarí.
La casa solo conserva dos de las cuatro crujías, una al sur y otra al oeste. La sala principal de la casa, en cuyos muros se apoya el baño, es de gran interés por las yeserías que aún conserva.
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Antonio Montufo Gutiérrez