miércoles, 22 de septiembre de 2010

ROMERÍA DE SAN MIGUEL


Romería de San Miguel

En pleno “ecuador membrillero”, es decir, en este nuestro particular veranillo de San Miguel, me vienen a las mientes un suceso que me contaron mis viejos:

“Hará pa 70 años, en la gran jornada de la romería de este Santo, cayó una enorme tormenta de agua que arrastró cuestas abajo tal cantidad de almecinas, majoletas, acerolas, erizos de castaño y demás vituallas que se vendían en puestecillos y tenderetes para los peregrinos que allí subían, que alfombró totalmente Plaza Nueva. Esto te da medida de la importancia que adquirió «la subida al Cerro» y del personal que allí acudía”.


A mayor abundamiento, y queriendo yo profundizar en el tema, cae en mis manos por puro azar, una monografía titulada:“Ritual de la Cocina Albaycinera” de Mariano Cruz Romero, y cuya entrada copio.

“Afán de Ribera ha dedicado páginas muy divertidas y también emocionadas a «La subida al Cerro». Decía: « ¡Cómo te resucitas el día del Santol ¡» y añadía (refiriéndose al Albayzín orgulloso), «Todo se engalana para que la gente de allá abajo vea que algo queda de su pasado esplendor». Los autores que hemos venido citando recuerdan las frutas que se consumían durante la fiesta: membrillos de carne amarilla, gamboas (azamboas), acerolas como melones, azufaifas de cuello vuelto, granadas de Fuente Peña (como la sangre, de grano negro), nueces mollares, almecinas, majoletas, cacahuetes, girasoles, erizos verdes e higos chumbos. Frutas que aún siguen ofreciéndose en la romería, de la misma manera y por el mismo tipo de vendedores, y con el mismo sistema de pesos y medidas: el «puñao». Con las almecinas (un «puñao» por un duro hoy) se regala el canuto de caña, arma de gran precisión para disparar el hueso de la almecina a la pantorrilla o el bullarengue de las mozas o al cogote de los malafollás. Es un juego vitamínico”.

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La historia de la Romería

En la época de dominación árabe existía la leyenda de que en el conocido Cerro del Aceituno o también Cerro de los Diablos, había un milagroso olivo que sólo en un día era capaz de ofrecer sus frutos con todo el proceso de maduración de manera simultánea. Y con tal se celebraba una fiesta en el día de la Ankara junto a una torre que allí se elevaba.


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Después de la conquista cristiana de la ciudad el lugar pasó a llamarse Cerro de los Ángeles y se edificó una pequeña ermita en la que se dijo misa por primera vez en 1673. Esta ermita fue arrasada por los franceses en 1810, pero el empeño de la Hermandad la volvió a erigir en 1828.

Aunque es una fiesta local del barrio del Albaicín, tiene una enorme repercusión en toda la población de Granada que asiste a la romería que comienza a primeras horas de la tarde.

La Ermita del Arcángel San Miguel, San Miguel Alto, preside la ciudad de Granada puesto que se encuentra en un alto, el Cerro del Aceituno, en la muralla del siglo XIV. Se celebra la romería de San Miguel Alto el último domingo de septiembre, que es prácticamente la única vez al año que se abre la ermita. Desgraciadamente, pues la estatua es tema de uno de los poemas más hermosos de Federico García Lorca.

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El día de la romería, los romeros se dirigen al Albaicín en carretas y caballos, para sacar en andas una de las imágenes del Arcángel, hecha especialmente para salir en procesión. La imagen recorre las calles del Albaicín y regresa de nuevo a su ermita en la tarde.

La imagen original permanece en el altar. San Miguel tiene muchos devotos. Siempre se le ha relacionado con la Reconquista y la expulsión de los musulmanes. El tradicional dragón derrotado por el Arcángel tiene en Granada rostro moro.


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NITO

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3 comentarios:

Manuel Espadafor dijo...

Aunque me exceda en el comentario, diré a propósito de la romería que conocí a un buen señor de un pueblo de la Vega cuyo nombre prefiero omitir. Estaba el buen hombre bien casado y con hijos ya mayorcitos, aunque esto no le impedía tener una “querida” en la capital. El caso es, que en sus encuentros con su amante granadina, el más emotivo era en las fiestas de San Miguel, donde se les veía a los dos descalzos y con una vela en la Romería, como cumpliendo no sé qué promesa. Las cosas del querer.

Nito dijo...

¡Vivedios, que no paro de reir con la ocurrencia de tu anécdota...!
¡Curiosa forma de piedad y devoción cristiana que practicaban esos amantes...!
¿Cuál sería la promesa? -No imagino otra más que se muriera pronto la legítima.
Y es que, mi querido amigo, como dijo otro castizo del lugar: "Ni la jodienda tiene enmienda, ni la picha cree en Dios...

Manuel Espadafor dijo...

Anécdota sí, Nito, pero verídica, porque muchas veces la realidad supera las ocurrencias más extravagantes