lunes, 18 de enero de 2010

UNA INFANCIA DE HOJALATA


“Que nadie nos quite el niño que aún llevamos dentro”


Aunque uno se haga añejo con el paso de los años, no acaba de romper amarras con esa patria que es la infancia. Las patrias tienen bandera, y para mí, ésta la encarnaban los juguetes de hojalata: Tartanas, motoristas, autobuses, cochecitos, equilibristas, y otras muchas piezas de marcas tales como Payá, Rico, San Juan, Verdú y Hermanos, Jyesa…

No pude tenerlos todos, claro, y mucho menos conservar los pocos que tenía y mira que pusieron empeño los Reyes Magos en traerme todos los años uno, pero su propia fragilidad, el uso y el tiempo…

Ahora voy, como alma en pena, por anticuarios, baratillos y kioscos tratando de toparme con alguna pieza.

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El juguete de hojalata fue el compañero de los niños durante mucho tiempo, dominó el mercado desde finales del siglo XIX hasta la segunda mitad del XX, (1939-1945), dando posteriormente el dominio al plástico como material preferido en la industria juguetera, tanto por razones de coste como por motivos de higiene y seguridad para los niños.


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El juguete de hojalata siempre nos recuerda tiempos pasados donde nuestros padres o abuelos jugaban con unos objetos aparentemente duros al tacto pero al mismo tiempo delicados, alegres y divertidos, pero se podían romper fácilmente o era fácil hacerse daño jugando con ellos, pues presentan muchas partes cortantes o con las que fácilmente te podías pinchar. Sus colores llamativos, intensos y brillantes tomaban vida con sus movimientos atrevidos gracias a su resorte de cuerda. Están fabricados con hoja de acero y recubiertos (mediante un baño electrolítico) de una capa de estaño, conocida popular mente como "hojalata" atrevidamente decorada.

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La industria del juguete creada en torno al pueblo de Ibi, poco a poco fue hacia la decadencia. Paulatinamente muchas de las fábricas fueron cerrando. La casa Payá, hizo suspensión de pagos, y acabó en el año 1984 como una cooperativa de trabajadores, que también estuvo a punto de cerrar y que actualmente gracias a haber encontrado los moldes, matrices y troqueles de los antiguos juguetes, han podido rehacerse fabricando reproducciones de los antiguos modelos, gracia a ellos podemos hoy disfrutar de los juguetes de nuestros padres y abuelos.

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Los Juguetes pertenecen a la exposición:

“Payá 1905-2005 - Cent anys de Joguets-”


NITO

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lunes, 11 de enero de 2010

ELOGIO Y PROCESO A LA SOPA DE AJO

Con estos fríos y estas nieves, el plato que os recomiendo hoy viene como pedrada en ojo de boticario. Lo novedoso no es el simple y frugal plato, sino la suerte de haber caído en mis manos el librito de José A. Castillo, docente, investigador y encima poeta que, no solo nos da su receta, sino que además, nos la explica en un soneto: ¡Pa aluciná, maestro…!

La leyenda:

Esta sopa es muy popular en toda España, y por ello reviste múltiples variantes. Su simplicidad va aparejada a su contundencia debido al calor del caldo y el ajo que lleva, y a la presencia de huevo, el pan y el jamón, éste opcional. Es por ello una receta muy propia de tiempos fríos, o para reponerse en fiestas y celebraciones en la alta noche, nos dice el Buscón Pablos, que se ve obligado a cocinarla tras sus frecuentes saraos con pícaros y bellacos de toda especie en la venta de su prima La Boliche


Ingredientes:

Un cuarto de kilo de pan asentado, en rebanaditas.

Un vasito de aceite de oliva virgen.

Varios dientes de ajo.

Unas lonchas de jamón serrano, troceado.

Un vasito de vino blanco.

Un huevo por persona.

Sal, pimentón dulce, perejil picado.

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El soneto:

En cálida prestancia nos arropas

el paladar hambriento en la alta noche

con el calor del ajo. Ni un reproche

os hago, humilde caldo, augustas sopas.

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Si con aceite virgen tu te topas

.sofríe ajo y pan a troche y moche

y añade pimentón, más sin derroche.

También freirás jamón; ponle dos copas



de vino blanco, y echa el agua luego.

Déjala hervir con fuego no apurado;

que sobre caldo, presta buen cuidado.



Trocea el perejil, que adorne a juego;

pon huevos a escalfar, déjala quieta.

Cómela ardiente, tal es mi receta.

NITO

martes, 5 de enero de 2010

EL VOTO DE LAS TINIEBLAS

Plumilla de Juan Olalla

Parece que ha causado estupor, y como poco, sorpresa (si atendemos al número de llamadas y correos recibidos), entre los asiduos a este Blog, el triste final de los amantes del Albaicín, pero sobre todo por la práctica del emparedamiento.

Me pedís más datos, y yo no los tengo, pero conviene diferenciar y hacer distingos y para ello tomo algunas notas del historiador Bruno Alcaraz:

“El llamado voto de tinieblas o emparedamiento en vida era un castigo medieval que permaneció como tradición aplicable en España hasta el siglo XVII y no fue privativo de una zona concreta, dado que era una práctica medieval muy extendida en toda Europa y que se daba en Madrid, en Barcelona, en Sevilla, en Valencia y en Granada, entre otras ciudades españolas, así como en Lisboa, en Rennes, en Lyón, en París, en Génova, en Florencia y en los muros de Roma; si bien, como atestigua Escolano, a partir del Sínodo del obispo Ayala, en 1693, se prohibió tal práctica, que de hecho desaparecería definitivamente 74 años más tarde”.


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Dos tipos de emparedamiento:

Uno era aquel que, con carácter de castigo, se impuso a determinadas mujeres por sus faltas y delitos cometidos, nada nuevo en la historia si recordamos el caso de las sacerdotisas vestales que en la Antigüedad eran emparedadas, o lapidadas al haber perdido su virginidad.

El otro tipo se daba en el caso de las mujeres que voluntariamente, con autorización de sus familiares y superiores, decidían adoptar este tipo de vida penitente.

"Para hacer viable en su mundo este deseo personal, inventaron la forma de vida beguina, una forma de vida exquisitamente política, que supo situarse más allá de la ley, no en contra de ella. Nunca pidieron al papado que confirmara su manera de vivir y de convivir ni se rebelaron, tampoco, contra la Iglesia".

En Granada hay constancia de que hubo emparedadas en las parroquias de San Gil y de Santa María Magdalena, llamada de "los asturianos", ambas hoy demolidas, así como en las iglesias parroquiales del Perpetuo Socorro (sor Ana Bueso), de San Antón (sor Carmen Gaitán), del Salvador (sor Clara Montalbán), situada en el Albaicín, así como en la antigua ermita de San Antón, demolida hoy, situada en la avenida de Cervantes, donde estuvo sor María Toledano, que permaneció emparedada en oración 27 años, como atestiguan las doblas y aniversarios fundados en cada parroquia para mantener a las emparedadas de Granada; en Guadix fue célebre sor Beatriz, que se recluyó en una cueva 32 años y tenía fama de santa y milagrera.

Así, el uso del término emparedamiento implicaba una reclusión punitiva entre cuatro paredes, como un calabozo o enterramiento en vida; mientras que el término emparedarse hay que entenderlo como reclusión en una celda de penitencia y mortificación de la que tantos ejemplos hay a lo largo de la historia.

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NITO

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viernes, 1 de enero de 2010

EL EMPAREDAMIENTO

El ánimo se me ha quedado sobrecogido con el suspense en que nos deja Antonio Montufo en su magnífico trabajo del Arco de las Monjas. Tanto, que no pude reprimir mis deseos de investigar en los nombrados “Anales”.

Fue así como llegué al breve, pero espeluznante, relato descrito en los Anales de Granada, por D. Francisco Henríquez de Jorquera, donde se narra un suceso de emparedamiento ocurrido en Septiembre de 1615 en aquellas inmediaciones y que nada tiene que ver, por tanto, con el renombrado Arco de las Monjas y sí con el cercano Monasterio de Santa Isabel la Real, y que dice:

Hicieron justicia en esta çibdad de Granada de un hombre llamado Gaspar Dávila, torcedor de seda, por haber rompido la cerca de la huerta del monasterio de monjas de Santa Ysabel la Real para sacar a una monja del dicho monasterio o tener que ver con ella, por lo qual fue ahorcado en la plaça llamada Nueba por sentencia de los señores alcaldes de corte de esta Real Chancilleria; y la dicha monja, que por ser de calidad no la nombro, fue mandada emparedar viva en el dicho monasterio, amén otros rigurosos castigos que le mandó dar su religión.

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En el Archivo de la Curia de Granada hay un documento sin portada y con el epígrafe "Usos y costumbres viejas", fechado en 1715, y del que se desconoce a qué parroquia, iglesia o monasterio perteneció, que recoge en el folio IV-aB:

“Tened en cuenta que es costumbre vieja en las comunidades de monjas emparedar y dejar morir de hambre y asfixia a la profesa que viola o rompe las reglas, especialmente el voto de castidad.
¿Has olvidado el cementerio infantil que hay un poco más allá?”.


También queda recogida en los Anales de Granada otra arte de matar, llamada encubamiento (meter en una cuba o tonel), que se le practicaba a los habitantes de la ciudad:

“En Noviembre de 1611, cuando se demostró que una muxer havía envenenado a su marido con arsénico para casar con otro hombre, se la encubó con un gato y un perro y se la echó al río para cumplir con la ley; después, la sacaron, se le dio garrote vil junto a la fuente del río Genil, en el lugar que llaman del Humilladero, y la sepultaron en el cementerio de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Angustias”.

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NITO

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