martes, 19 de mayo de 2009

MÁS SOBRE RICHARD FORD

”Rerum Hispaniae Indagator Acerrimus”

Quizás no fui del todo justo en mi apreciación primera con “el Richard” por lo de la jaimitada del graffiti en “mis monumentos”. Ya hemos visto, por otra parte, que fue práctica habitual entre viajeros hasta la llegada de Washington Irving.

La verdad es que pocos son los “turistas” que mostraron tanta pasión y pusieran tanto empeño en comprender y comprometerse con las cosas de España.

Veamos sus méritos y juzga tú mismo, desapasionado lector murguero, y dime sin reparo, de cuántos visitantes podríamos decir lo mismo.


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En 1830, Richard Ford decidió viajar con su familia a España en busca de un clima más favorable para el delicado estado de salud de su esposa. Mientras la familia se quedaba entre Sevilla y Granada, el inglés recorrió durante tres años, en diligencia, a caballo o en su jaca cordobesa, la Península Ibérica de punta a punta. Viajó siempre acompañado de lápiz y cuaderno, recogiendo con ironía mordaz, su subjetiva pero reveladora visión del extranjero, y haciendo de su obra un completo retrato de la psicología hispana, así como de los usos y costumbres de un país variopinto.

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Desembarcó en Gibraltar con su mujer, sus tres hijos, una doncella y una enfermera, ahí tomó contacto con la tierra, se decidió por Sevilla y Granada, ciudades que acogerían a su familia durante sus largas ausencias.

Richard aprendió el español rápidamente, empezó el Quijote y cada día leía un capítulo, obra que se propuso traducir algún día al inglés. Casi todos los días se lanzaba a la calle, cuaderno en mano, para deambular. Así plasmó sus obras de arte y esbozó sus particulares tipos humanos, hasta producir más de quinientos dibujos que, al decir sus cronistas, eran espléndidos, hasta el punto que, si se hubiera de dedicado a la pintura hubiera conseguido grandes éxitos.

Al mismo tiempo que Richard llenaba con sus apuntes cientos de cuadernos después de haber recorrido más de tres mil kilómetros por España – un material lastimosamente perdido al quemarlo su familia años después -, los Ford se convirtieron en asiduos a un palco del teatro sevillano, no faltaron a ninguna de las corridas de toros de la Maestranza, y se apasionaron por el baile andaluz, hasta el extremo en que Harriet, su esposa, muy dotada para la música, aprendió a tocar la guitarra.

El 4 de octubre de 1833, la familia Ford se embarca en la diligencia de Bayona, camino de Burgos, huyendo del cólera y la inestabilidad política debida a los enfrentamientos entre carlistas e isabelinos.

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En el verano de 1845, Richard publicó su obra The Hand-Book for Travellers in Spain, and Readers at Home, (El Manual para Viajeros en España, y Lectores en casa), que le convirtió en el autor del más amplio, preciso e influyente relato sobre España aparecido hasta la fecha, a pesar de su extensión en dos volúmenes de más de mil páginas. Debido al éxito de la primera edición (en tan solo tres meses se vendieron 1400 ejemplares) se le pidió una segunda, sensiblemente recortada. Ésta se pasaría a llamar Cosas de España, con un estilo vivo y pintoresco nos ofrece una acertada visión de las Españas de aquella época. Y en 1.852 publica: “Las corridas de toros” (The Spanish bull fights).

El 31 de Agosto de 1858, a los tres años de publicarse la tercera edición del Hand-Book, y tras haberse casado en otras dos ocasiones, moría Richard Ford sin haber vuelto nunca a España. Sobre su tumba en Heavitree House fue colocada por los que le conocían y querían bien la inscripción: ”Rerum Hispaniae Indagator Acerrimus”, acertado calificativo, para el que, en verdad, y sin ninguna duda, fuera el más apasionado observador foráneo de las “cosas de España”.

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Richard Ford con su traje de viaje por España

NITO

1 comentario:

Manuel Espadafor dijo...

Brillante reportaje que ennoblece al blog