domingo, 1 de marzo de 2009

EL CIPRÉS DE SILOS

El ciprés de Silos

Sublime la poesía de Gerardo Diego, dedicada al ciprés arraigado en el monasterio de Silos. Poesía en estado puro, de métrica exacta y rima consonante. Soneto clásico, con variante ccdede en los tercetos. Musicalidad polifónica. Ritmo vibrante. Tintes épicos. Símbolo de paz interior y quietud del alma.

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.


Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.


Cuando te vi, señero, dulce firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto cristales,


como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.


Gerardo Diego.

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Soneto a la secuoya de Silos

Sin embargo, y sin querer competir con Gerardo Diego, nuestro simpar amigo Mariano no puede sufrir el silencio desigual de Gerardo sobre la espléndida secuoya exclaustrada de Silos, y me dice:


"No siendo practicante, pero religioso a mi manera, creyendo en una causa cósmica a la que no doy forma, siempre he sentido atracción por los monasterios, esos reductos silentes en donde la vida deviene vertical. Silos es uno de ellos. Tiene un ciprés delgado y elegante y una secuoya muy hermosa. Las secuoyas me gustan más que los cipreses y la de Silos, de gran envergadura, como puede contemplarse en la foto, me seduce más que el ciprés. Estando el otro día, pensando que ella no tiene soneto, y que Gerardo Diego generó una desigualdad entre ambas plantas, decidí escribirle uno. Lo dejo abajo. Se lo he mandado al Abad del Monasterio, pero no sé si le gustará. A ver si rompe el silencio..."


Ella es la gigante arbórea dama
que el tiempo sostiene blando en la base,
monástica diosa de ramas anchas,
secular anciana que al cielo esparce


su alarde de altura, y a él reclama
verde hueco para su grueso talle,
que ella no es delgada como la lanza,
ni ciprés enhiesto que el sueño calme,


mas sí es señora, fémina planta,
vecina dispuesta a colindarse
con el monasterio al que da entrada.


Coqueta que en gracia queda al pararse,
silente es su sombra, ¡oh religada
asceta que tiende a extasiarse!.


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NITO

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