viernes, 2 de mayo de 2008

CRUCES, PALOS Y MAYOS

ANTECEDENTES MÁS FRESCOS TODAVÍA

Tras la guerra civil, la celebración del Día de la Cruz se mantuvo tímidamente, en vías de extinción, y sólo en las barriadas más apartadas. Distintas disposiciones oficiales apagaron su brillo popular, tanto que el rescoldo de la fiesta se redujo a juego modestísimo de niños y, en algunos casos, a divertimento de gentes acomodadas, quienes reme­daban la celebración en el interior de sus casonas y oculta a la presencia exterior, como una función doméstica e íntima.

La impostura o fingimiento granadino, mutando una fiesta religio­sa en fiesta pagana, o séase, devolviéndola a su ser primigenio, no podía desaparecer.

Y, en este caso, el que enciende la mecha del renacimiento tiene nombre y apellidos, se trata de don Antonio Gallego Morell, quien movió los hilos entre las autoridades, recuperó el festejo y lo lanzó nuevamente a la calle. Se crearon premios para animar la resurrección, y nunca mejor dicho, pues se conmemoraba a la Cruz, sin el Crucificado, es decir, al Madero, al Mayo, el palo alto, convenientemente adornado, para satisfacer con danzas y cantos a la diosa de la Fertilidad.

(Ya os hablaré, oh mis murgueros, más de este palo o "mayo")
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EI Día de la Cruz de Mayo es (palabras textuales del gran Paco Izquierdo), "la simulación granadina más tenaz y eficiente, pues no sólo ha permanecido hasta nuestros días, sino que ha crecido y se ha popularizado a tal punto que hoy es el paradigma de la inmoderación, de la grosería, del estragamiento, en dos palabras, de la estu­pidez colectiva. Reconforta, sin embargo, que los devotos del despotrique y la procacidad ignoren en absoluto a qué divinidades de la estulticia rinden culto".

Nito

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